La Arqueología es una disciplina científica que estudia a los grupos humanos del pasado a partir de diversas fuentes de información: restos materiales, documentos escritos, fotografías, mapas antiguos, obras pictóricas y relatos orales; entre otras. Su estudio desde lo material y espacial, constituye una herramienta necesaria para comprender los modos de vida, prácticas y costumbres del pasado; y a su vez, del presente. Dentro de la Arqueología hay muchas especializaciones que abordan diferentes aspectos y temporalidades (a modo de ejemplo Arqueología histórica, bioarqueología, zooaqueologia, etc…). Además la construcción del conocimiento se hace en conjunto con otras ciencias desde un abordaje transdisciplinar con la Antropología, Historia, Geografía, Biología, Filosofía, Geología; entre otras.
Pero antes de nada queremos contarles algo muy importante, NO estudiamos dinosaurios, el estudio de estos animales prehistóricos y de muchísimos organismos más, está a cargo de la Paleontología, pero para dejar un poco más en claro que estudiamos los arqueólogos y arqueólogas en este apartado les contaremos de qué se trata nuestro trabajo.
¿Cómo se lleva adelante el trabajo arqueológico?
Los imaginarios sobre nuestro trabajo son muchísimos, una de estas construcciones que ha sido replicada con mucha fuerza en el cine es la del “cazador de tesoros” que lucha por ellos con fuerzas militares extranjeras, indígenas siempre belicosos o contra fuerzas enigmáticas y sobrenaturales, pero en la realidad la tarea del arqueólogo se encuentra muy alejada de esta visión. Aunque en algún momento esa construcción nos atrapó, como nos cuenta Carlos en esta nota, nuestro trabajo es bastante diferente.
A grandes rasgos podemos dividir las actividades que llevamos a cabo entre dos grandes áreas: las tareas de campo y las de laboratorio. La primera depende de un trabajo previo de recopilación de muchas pistas. Y a su vez, esas tareas de campo son guiadas por diversos interrogantes que nos planteamos al abordar el tema de estudio, que se conocen como hipótesis.
Entonces…¿Cómo sabemos a dónde ir?
Hay casos donde partimos del estudio de cartografía y otra documentación histórica que nos guía hacia el terreno a explorar. Otras veces son los habitantes de un determinado lugar -ustedes- que encuentran fortuitamente algún indicio (por ejemplo muchas personas han hallado una bola de boleadora mientras araban el campo, una cerámica en el medio de una obra en construcción, o una punta de proyectil mientras daban un paseo). Es aquí donde puede surgir una pregunta… ¿Qué hago si encuentro un objeto arqueológico o que presumo que puede ser? Dar aviso a las autoridades para que los profesionales puedan intervenir e iniciar la investigación. Por más que sea muy tentador hay que evitar iniciar una excavación, ya que veremos que los objetos por sí solos no nos brindan ningún tipo de información.
Ya comenzada la investigación, la primera aproximación a un terreno se realiza mediante una prospección, es decir, una exploración que se puede hacer de muchas formas, caminando por senderos, realizando sondeos sub-superficiales, u otros métodos que se deciden en cada caso en particular por las características del paisaje y el contexto de estudio. De igual forma se decidirá la técnica de excavación ideal para cada caso, no será lo mismo investigar en una cueva, un sitio a cielo abierto, o un campo de batalla. En todos los casos la excavación nos permite “abrir una ventanita” hacia el pasado, para recuperar un contexto. Esto quiere decir que no sólo importa recuperar objetos, sino que debemos registrar la relación de los objetos y un espacio geográfico, la relación de los objetos entre sí y con una matriz sedimentaria. Por ello el trabajo de excavación conlleva una labor de registro intensivo, dado que una vez que se “destruye” ese contexto no se puede reconstruir. Se trata por lo tanto de un recursos finito. Para ello llevamos notas detalladas en libretas y planillas, fotografías, dibujos, toma de muestras en terreno, datos topográficos y de georeferencia que nos permitan reconstruir ese contexto e interpretar el pasado.
Excavando documentos
Aparte de ir al campo o al lugar donde uno puede excavar también recurrimos a otro tipo de lugares donde creemos que podemos hallar elementos importantes para nuestro estudio, un ejemplo de esto es los archivos documentales. Es ahí donde nos encontramos con documentación histórica que puede aportar informaciones claves a la investigación, integrándolas como una evidencia más.
Informantes clave
Dentro de nuestra investigación consideramos de mucha importancia el aporte que la comunidad local (aquellos habitantes más próximos a los sitios arqueológicos estudiados o cualquiera que tenga información del tema), pueda brindar sobre la temática abordada. Una de esas formas es reparar en la Memoria oral que se tiene sobre lo que se está estudiando. Generalmente se realizan entrevistas para dejar registro de información valiosa para la investigación o algún aspecto de ella. Dicha información es obtenida de forma minuciosa y preservada en distintos soportes tecnológicos para ser estudiada tanto por nosotros como por otros investigadores en el futuro y compartida con toda la sociedad.
Al laboratorio
Toda la información recabada por los métodos mencionados es interpretada en laboratorio. Los materiales son estudiados en detalle por un especialista con el fin de extraer la mayor cantidad de datos posibles a través de su forma, composición y otros rasgos que nos permiten saber cuál fue su origen, cómo se hizo, para qué se usó; entre otros aspectos. Muchas veces esos datos se complementan con estudios químicos, físicos, radiocarbónicos; entre otros.
Sociabilización del conocimiento
La obtención de información sobre el pasado no es la única actividad que realizamos los arqueólogos y arqueólogas. La difusión y transferencia de los conocimientos generados son una parte fundamental de la tarea arqueológica. Esta transferencia no se limita a la presentación de la información en congresos o jornadas y en publicaciones especializadas que podes leer aquí. No se restringe al ámbito académico. Lo producido en las investigaciones debe ser comunicado de manera eficiente a la comunidad local, regional y nacional a través de la realización de charlas públicas, conferencias, redes sociales, documentales, publicaciones en revistas y libros, el trabajo con la comunidad educativa, notas periodísticas, visitas de colegios a los sitios bajo estudio; etc. Consideramos que el único conocimiento válido es aquel que se construye participativamente y su socialización es el camino para un genuino enriquecimiento del tejido social.
¿Qué se entiende por Patrimonio arqueológico?
La información generada a través de los estudios arqueológicos resulta necesaria para generar políticas tendientes a la protección, conservación y uso social del patrimonio arqueológico local, regional y provincial por parte de la comunidad vinculada al sitio arqueológico. El patrimonio arqueológico y paleontológico se encuentra protegido desde el año 2004 por la LEY 25743, que resumidamente establece:
ARTÍCULO 2: “Forman parte del patrimonio arqueológico las cosas muebles e inmuebles o vestigios de cualquier naturaleza que se encuentren en la superficie, subsuelo o sumergidos en aguas jurisdiccionales, que puedan proporcionar información sobre los grupos socioculturales que habitaron el país desde épocas precolombinas hasta épocas históricas recientes”.
ARTÍCULO 46: “Será reprimido con un (1) mes a un (1) año de prisión o de reclusión y con inhabilitación especial de hasta tres (3) años, el que realizare por si u ordenare realizar a terceros tareas de prospección, remoción o excavación en yacimientos arqueológicos y paleontológicos”.
Concientizar a la comunidad sobre la importancia de proteger y conservar el patrimonio arqueológico de la región, en torno a su finitud y al relevante rol que juega en la constitución de las identidades regionales, locales y nacionales constituye una tarea primordial para cualquier arqueólogo profesional.