Autores:
Carla Marina Díaz
Santiago García
Carlos Landa
Los hombres de sempiternos conflictos imaginaron límites entre unos y otros; e hicieron vanos y fatuos
esfuerzos por marcarlos, construirlos y sostenerlos. Algunos de piedra o barro, de vastas o escasas
extensiones o con grandes alturas e intensas profundidades. Nuestro planeta está plagado de ellos. La
mayoría han perdido su significado junto a la muerte de los últimos que los recordaban. Otros siguen
vigentes en la memoria colectiva en forma épica o ignominiosa. Tanto la muralla china como el muro
entre Estados Unidos y México o nuestra poco conocida Zanja de Alsina -esa cicatriz en la tierra que va
desde Bahía Blanca a Italó- por poner algunos ejemplos, no pudieron cumplir su cometido. Donde
políticas de discordia establecen limites cifrados en lo material, emergen fronteras que como áreas
invisibles y porosas permiten a sus habitantes y trashumantes generar relaciones variadas que
manifiestan un mundo compartido. La música ha sido una de ellas. Sus historias han sido contadas y
cantadas.
Mark Knopfler nació en Glasgow, Escocia, un 12 de agosto de 1949. Es principalmente conocido como
fundador, compositor, guitarrista y cantante de la banda Dire Straits. Inspirado por guitarristas del estilo denominado Fingerpickin’, como Chet Atkins o del Ragtime de principios del siglo XX como Blind Blake, logró un sonido personal y distintivo en su forma de tocar, como así también en su lacónica manera de cantar, con reminiscencias de J.J. Cale y Bob Dylan. Resulta notorio que antes de dedicarse de lleno a su carrera musical estudió periodismo durante un año en el Harlow Technical College de Essex, y luego filología inglesa en la Universidad de Leeds. Tal vez haya sido esta influencia académica le que le ha permitido autodenominarse como un “etnógrafo de la acción” y relegar su condición de virtuoso de las
seis cuerdas en aras de desarrollarse como un trovador que cuenta aquello que ve de primera mano o
indaga en la historia del mundo. Fue así que ha compuesto y grabado -tanto con Dire Straits como
solista- canciones relacionadas con las Guerras Napoleónicas (“Done with Bonaparte” del Álbum Golden heart de 1996) en donde relata sus atrocidades desde la perspectiva de un soldado francés) o “Iron hand” (On evrey street de 1991) en donde establece un parangón entre los combates medievales con la represión a la huelga minera ordenada por Margaret Thatcher en 1984 o “Brothers in arms” del álbum del mismo nombre (1985) en donde pude entreverse -entre una musical atmósfera de neblinas- la Guerra de Malvinas (1982). Les sugerimos a los lectores una escucha atenta de estos temas y una lectura de sus
exquisitas letras, así como de otros muchos más que por espacio nos vemos imposibilitados de
desarrollar, pero dejamos por escrito para su posterior búsqueda: Redbud tree, Money for nothing, Song for Sonny Liston o Boom like that.
Retornando a la frontera con la claridad de un sueño -para usar una metáfora Knopfleriana- a sus
historias y musicalidades, destaca en su obra el tema “Sailing To Philadelphia”. Esta es la segunda
canción del álbum homónimo del año 2000. El ritmo constante que generan la batería y la guitarra
acústica, más la suma del teclado y el pedal steel tocado por Paul Franklin generan la atmosfera ideal
para sumergirse en una supuesta conversación entre Charles Mason y Jeremiah Dixon, interpretadas
magistralmente por Knopfler (Dixon) y James Taylor (Mason). ¿Pero quienes son estos personajes?
Charles Mason fue astrónomo y Jeremiah Dixon agrimensor -ambos británicos- encomendados como
topógrafos para establecer una línea divisoria entre las colonias de Maryland y Pensilvania a mediados
de la década del sesenta del siglo XVIII. Sin embargo, establecieron también frontera con los iroqueses – estudiados años después por el antropólogo evolucionista Lewis Morgan- y lo Lenape (ambas
comunidades nativo americanas también en conflicto). Esta línea fue luego adoptada también -una vez
independizado Estados Unidos del Reino Unido- como el límite entre los estados esclavistas de los
abolicionistas. Durante siglos ese espacio fue habitado por miembros de distintas colonias de blancos,
diversos pueblos originarios y esclavos negros que buscaban franquearlo para encontrarse con la
posibilidad de la libertad o que capturados volvían al yugo. Comercio, guerra, esclavitud, música, odios y amores; y tantas otras cosas más son las que dan sustancia a las fronteras y que dejan huellas sensibles para el que las atraviesa con oído curioso. Imaginarios, colores, sonidos y huellas son parte de
las fronteras.
Las fronteras pampeano-patagónicas del siglo XIX no son una excepción. Su densidad sonora y nos
brindan hoy información sensible para reconstruir su Paisaje Sonoro1:
Más allá de los cantos de las loicas por las mañanas, el sonido del viento incesante, y la sorpresa por el
himplar de algún puma en la lontananza, la frontera norpatagónica es un espacio de intercambios
musicales y sonoros que reúne, interfiere, impacta, modifica, conmueve, caracteriza y diseña nuevos
comportamientos entre los agentes que la habitaron o recorrieron.
Desde el ejercicio de reconstrucción histórica sensible podemos sumergirnos en un posible Paisaje
sonoro de esta frontera y reconocer sus cualidades y efectos. Los puntos de reunión más relevantes en
el trazado fronterizo en cuestión son tres: las tolderías, los fuertes, fortines y campamentos militares, las pulperías y ranchos rurales.
No dejan de relinchar los caballos, llegamos a las Tolderías. Escuchamos al platero, golpe y golpe con
los que va forjando dos enormes chaway de plata. Es un encargo especial, por lo cual continúa su labor
y nos despide para ir hacia donde hay una celebración de la comunidad. En el camino nos envuelve una
música que trae el viento desde esos otros toldos lejanos. Suena un loncomeo, que es la danza que
realizan los varones y es acompañada por el percutir del kultrum, instrumento que es ejecutado por las
Machi mientras también cantan, presidiendo la ceremonia del Nguillatum, donde se presentan las
rogativas especiales de la comunidad.
No muy lejos, nos sorprende un estrépito de músicas militares. En el fortín parece que no están solos.
Llegó una guarnición que pernoctará allí. Se detuvieron a buscar provisiones, las cuales no son muchas,
y la pequeña banda de pífanos y tambores que los acompañaba ensayaba los toques reglamentarios.
Los niños de los fortineros querían ver esos instrumentos tan ruidosos, sobre todo el clarín, que sabían
que avisaba de cuanta amenaza se acercaba. Luego de los preparativos para salir con el sol al día
siguiente, aparecen las guitarras y, frente al fogón todos los guardias nacionales y soldados de tropa
cantan cielitos con letras grotescas, de amor y de críticas sociales.
Pero para nosotros, los visitantes de estos sitios de frontera, no terminaba la jornada, ya que se hacía
tarde, y precisábamos refugio del frío, encontrándolo en la posta de camino y su pulpería. La familia del
pulpero a pleno atendía a todos. Quienes estábamos cerca del brasero, criollos, negros, quieres vinieron de las tolderías o blancos, cantábamos canciones camperas, y como siempre acompañados por alguna guitarra. La cocina entregaba sus aromas y sonidos inconfundibles, de los toneles del vino sonaba una especie de oleaje. Varios comían, otros bebían o bailaban acaloradamente levantando el polvo del piso.
Avanzada la noche y ya todo en calma, la mujer del pulpero arropa en su pecho a su bebé y le canta un
arrorró, que se lo lleva el viento en dirección al fortín, donde la fortinera les canta a sus niños para
dormir, y sigue la melodía, y sin prisa, pero sin detenerse llega, hasta las tolderías, donde una madre le
canta a su pequeño una canción de cuna especial: llora niño.
La Frontera descansa.
Retornando paulatinamente, dejamos por un rato ese mundo que puja por salir del silencio. Los sonidos como las fronteras unen tanto como separan. Mark y nuestra reconstrucción del Paisaje Sonoro de la frontera Pampeana – Patagónica confluyen en el ahora. Ya tenemos sus sonidos:
- Paisaje Sonoro: reconstrucción de los rasgos sonoros y musicales de un espacio específico documentada con
fuentes históricas diversas. ↩︎
One response
Excelente reconstrucción Carla, Santiago y Carlos! Pido permiso para tomarla y dar en mis clases de Patrimonio Integral, abrazo